Cuando deambulo por las calles, aunque intente
detenerlo termino observando a las personas, cuestionándome ¿Qué serán se sus vidas? Tal vez a falta de
una propia, o posiblemente viviendo muchas y en la caza de otras que agregar. Sonrió, es imposible no hacerlo, con esas respuestas,
en ocasiones llego a la conclusión que soy mi propio payaso.
Las caras
desconocidas son interesantes, pero las conversación con extraños, llegan a ser
tan aburridas que termino disfrutando solo de lo que mi moralidad e inmoralidad
pugnan. La costumbre es sencilla, salir al parque y deambular, sumergiéndome en
la irrealidad de las vidas ajenas, descifrar los rostros y sus vicios, de eso
trata el juego. De pronto un rostro conocido, una anatomía ósea familiar, ¿descifrable?
Más que eso, aburridamente predecible.
-
Mantén
la calma humano, solo sigue otro rumbo, cambia la dirección de tu paseo.
-
¿Pero…
y si ya me vio?...
-
Entonces
toma una hoja de las que llevas en la bolsa del pantalón y disimula leerla,
como si no le observaras.
-
¿Pero
me hablara?...
-
¡Rápido!
Toma los audífonos.
-
Los
estoy buscando…
-
¡Maldita
seas! Esta enfrente, el gusto culmino.
-
Demonios,
necesitamos una maniobra de escape para estos casos.
-
Y
también buen humano, aprender a manejar la ansiedad ante la posible pérdida.
Entonces se
encuentra observándome con una sonrisa y un gesto de saludo, el cual por
cordialidad respondo, al fin, jamás me he jactado de ser descortés. Será una conversación
corta, incluso solo el saludo de buenas noches, incluso solo quedara en el gesto
de reconocimiento, pero para mi desgracia, siempre, ante el encuentro con un conocido,
terminamos igual, en una inmensa charla sobre su vida.
Pero esa
persona en especial me perturba, ese ente me molesta, simplemente no puedo. Le miro y encuentro su rostro tan familiar que
me perturba, me cansa su existencia, la manera en que el cerebro se sobre
esfuerza en justificar cada una de las estupideces que llega a decir, simplemente
no sé qué hacer con su vida y caigo en pensamientos primitivos por la desesperación, anhelando simplemente arrojarlo en el vacío. ¡Maldita sea! De todas
las personas conocidas o desconocidas que tenía que tocarme ese ser, a quien
tanto amo.
Es tan
reconocible su imagen, le miro todas las
mañanas en el espejo, me enferma verle. Llevamos años así, no recuerdo el
inicio pero anhelo que llegue el final; tengo el buen hábito de no tener memoria de
las fechas conmemorativas de las tragedias, por desgracia el sí, y una vez al
año al despertarme y acercarme a ver como el tiempo va lacerado la piel, se
deja ver con su sonrisa absurda,
gritando ¡Feliz cumpleaños! ¿Por qué le amo? ¿Acaso no se ama lo que se tolera
tanto? ¿No se ama lo que se perdona tanto? Se debe amar lo que se parece a
nosotros, es un deber, es un mandato, es nuestra responsabilidad como seres
evolucionados, amar lo que es uno por encima de lo que no es nosotros, ya que quien…
Cuando
deambulo por las calles, aunque intente detenerlo termino pensando en esa
persona, cuestionándome ¿Qué será de su vida?
Tal vez a falta de actividad, o posiblemente teniendo muchas y en la caza de
otras que agregar. Sonrió, es imposible no hacerlo, con esas respuestas,
en ocasiones llego a la conclusión de que soy tan banal y estúpido que me avergüenza
mi mundana existencia.
Las caras desconocías
son repugnantes y la conversaciones, si la suerte está mi favor logran la inexistencia.
En mi cabeza solo se reproduce continuamente la plática de la mañana, la
persona que más conozco es la única que me interesa los demás pueden ahogarse en
el pavimento. La rutina es sencilla, evito salir para no toparme con el mundo y
cuando lo hago no miro a nadie, observó aquello que puede ser similar, pero al final, siempre
inmensamente diferentes. De pronto la fortuna y su rostro, se ve feliz, debo
correr a su lado, le diré que ese saco le queda de maravilla y que el clima es fantástico
aunque odie la humedad que excesivamente hoy se deja percibir. ¿No me miras? No,
no quieres saludarme, sé que me detesta,
entiendo que me aborreces. Ya es tarde, te encontré, ese es el juego, tú corres
y yo te someto, no soy tan predecible, no como tú lo eres. Sonrió a tu dirección
acompañándolo de una sacudida de mano, ya me captaste, no eres bueno para
ocultar esa mueca de desagrado, la disfruto, es como obtener puntos por una buena técnica. Regresas el
saludo y caminamos lentamente al encuentro, tu imagen me encanta, me fascina,
atrapa todo los pensamientos que se pueden producir en mí, es lo único que
aprecio de esa existencia tan absurda, esos ojos profundos, los labios diminutos, esa
gesto de desdén, el mundo piensa
que vives enojado con él, pero no entienden que fue la genética la que te dio
esas facciones, tu imagen es mi dicha, pero tus palabras, son tan insípidas que
dan nauseas.
¿Cuánto llevamos
así? Años, pero no sabíamos de nuestras existencias hasta que nos miramos a los
nueve meses; recuerdo todo, pero con excesivo
gusto, como me imploras no desaparezca de tu vida, cuando la decadencia te alcanza y
logras reconocer el mediocre ente que eres. De todas las personas conocidas o desconocidas
eres a quien siempre deseo toparme, a quien tanto amo. ¿Por qué te amo? ¿Acaso no se ama lo que se
desprecia? ¿No se ama lo que se destroza? Se debe amar lo que no se parece a
nosotros, es un deber, es un mandato, es nuestra responsabilidad como seres
evolucionados, amar lo que no es uno por encima de que es como nosotros, ya que
quien…
Ya juntos
se observaron, sonrieron y comentaron el desarrollo de sus actividades en ese día,
compraron algo dulce que disfrutar camino a casa y se amaron, ya que quien va
amarse más que yo.